lunes, 26 de julio de 2010

TRABAJAR UN DOMINGO


Tal vez sea porque he tenido que trabajar tantos Domingos que no podría contarlos: de cajera de super, en el aeropuerto, en el 112, en el cine... en realidad casi la lista es más corta si cuento los trabajos en los que NO trabajaba los domingos. No concibo un Domingo en que se abran las tiendas. Me parece perverso. No voy ni al cine ni viajo, si puedo evitarlo. Ya tengo que estar muy necesitada de algo para ir a comprar un domingo. Y aún asi, si no me queda otro remedio, sonrio con sentimiento de culpa al pobre que no debería estar trabajando ese dia. El Domingo es un dia para descansar, bueno, no, es un dia para vaguear: te levantas tarde, tardas una media hora en desayunar y otra para ducharte. Tranquilamente vas dejando que pase el dia, tirado en el sofa mientras haces zapping (estás tan a gusto que se te olvida quejarte de la basura que echan en la tele) y al final cuando anochece ya te empiezas a poner de mala leche porque mañana tienes que madrugar. ¡Puñetero Lunes! El Domingo es el dia que puedes tomartelo todo con calma: no tienes que salir y si saliste el Sabado puedes negociar poco a poco con la resaca para que te deje en paz.
¡Que delicia los Domingos!
¿No deberíamos ser más solidarios con los demás y querer compartir este maravilloso día? Y no solo los Domingos, en general cualquier dia festivo que nos alegra el alma. Que bonito es ver ese numero rojo que nos guiña desde el calendario. ¡FESTIVO, FESTIVO...! ¿Entonces porque nos parece mál que esos dias cierren muchos establecimientos?
Acabo de leer en un blog un individuo que se quejaba de que el dia 1 de Mayo las tiendas permanecieran cerradas. Él queria acercarse a una libreria y comprar un libro; pero estaba cerrado a lo que decía: "No entiendo el avance social de no poder comprar nada un Sabado por la mañana". (Querido, tal vez tu no veas el avance social pero los que se han podido dar un dia de descanso, si)
Esto me recuerda una Nochebuena en que sentada frente a una caja de supermercado a las siete de la tarde, una señora, que no habia tenido tiempo de comprar la cena de navidad antes, me preguntaba porque la tienda tenía que cerrar a las ocho ese dia.
- ¡Y si se me olvida algo, no podré venir a comprarlo!
- Señora, yo la comprendo. Usted tiene derecho a celebrar la Navidad a lo grande.
- ¡Por supuesto!
- Pues yo también. Y por eso me voy a mi casa a cenar... si no le importa.