domingo, 3 de mayo de 2009

DE CINE


Uno de los trabajos que más me han gustado, fue cuando trabajé en un cine.

El sueldo era de risa, pero todo lo demás era genial: estaba informadísima de los últimos estrenos, conocía de primera mano la cartelera y además con semanas de antelación. Además conocía al dedillo los empiezes y finales de todas las pelis que teníamos. Ah, y un secreto: ¡nos poníamos hasta las cejas de palomitas!. Por cierto os contaré una curiosidad, las palomitas del cine estaban más buenas de un dia para otro que las recientes del mismo dia.
Además la relación que teníamos los compañeros era muy buena, así que, ¿para que quieres más?

Los fines de semana era el no parar pero los días de diario estabamos en plan tranquilo. Lo malo de este cine es que se encontraba en un centro comercial y la taquilla estaba a tres pisos debajo del cine. Si te tocaba estar en taquilla estabas enjaulada como en el zoo y solo podías comunicar por medio de un walkie talkie que a veces no funcionaba. Y sólo tenias compañero los fines de semana. En tres meses que trabajé me leí unos ocho libros entre ellos Ana Karenina o el Perfume, por lo que guardo gratos recuerdos de la soledad de la jaula.

Otros días estaba arriba, en el cine, era portera, acomodadora y limpiadora de sala; y si se terciaba colocadora de gominolas (cuando llegaba el pedido), catadora de palomitas, vigilante de menores solos en el cine...

Esos días eran aún mejores, la encargada, Júlia, era genial. Ella se ocupaba de la barra de comida, es decir hacía las palomitas, cobraba las coca-colas, y todo eso. En el cine, el tiempo se organiza entre sesión y sesión: antes de la hora de empieze recoges entradas y vendes golosinas, después de comprobar que la película se ve, se oye y no te congelas en la sala; tienes como mínimo hora y media antes de tener que limpiar la sala para la siguiente sesión.

En esas horas organizabamos los pedidos de chuches, o preparabamos bolsas de cumpleaños para niños. Hablabamos durante horas sobre películas, música, literatura...

Un día entramos, linterna en mano, en una de las salas que estaban cerradas. La oscuridad inmensa de una sala de cine a medio vestir es terrorífica. Salímos a gritos y muertas de risa.

Otro día subimos a visitar a nuestros compañeros operadores y comprobé que se sigue proyectando en royos, que hay que empalmar. (Igual que hace cien años), y que para ser operador hay que ser un artista y trabajar en la oscuridad.

Aprendí que hay lugares que están llenos de magia y que los recuerdas con nostalgia con media sonrisa pintada en la cara.

Medio año después de dejar el trabajo (me trasladé de ciudad), me enteré que lo habían cerrado.

Era un multisala de un centro comercial de una pequeña ciudad, pero para mí siempre será un lugar donde fui feliz.

2 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Es bueno mantener vivos esos recuerdos.

juliadumas dijo...

Nenaaa, que recuerdos me traes, y que ilusión que te acuerdes de mí, yo también me acuerdo mucho de ti, de nuestras conversaciones, las risas, los Monty Python, jeje. Mucho ánimo y sigue adelante, que la vida de muchas vueltas y tu sitio te está esperando.